miércoles, 13 de noviembre de 2013

NUEVA UTOPIA PARA LA CONVIVENCIA HUMANA


NUEVA UTOPÍA PARA LA CONVIVENCIA HUMANA

Gustavo Flores Quelopana
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía
(Conferencia pronunciada el 22 de Noviembre del 2013)

 
La Facultad de Educación y CCSS y el Departamento de Filosofía y Arte de la Universidad Nacional de Trujillo, que en los últimos tiempos ha tomado un vuelo tan notorio, me ha invitado, a través de la estudiante Clariza Huamaní Arotoma, Presidenta de la Comisión Organizadora, la estudiante Eyleen Nureña Alva, Coordinadora del Comité Académico, y el célebre filósofo trujillano, Dr. Víctor Baltodano Azabache, en el marco del Primer Congreso Regional de Filosofía del Norte del Perú a presentar algunas reflexiones sobre el “espinoso” tema de la “Convivencia Social”, con el fin de impulsar una filosofía para el desarrollo humano.

Y digo “espinoso” porque actualmente para nadie es un secreto y, al contrario, es una verdad de Perogrullo que la sociedad de mercado de hoy está diseñada para que el hombre no se conduzca por lo que es, sino por lo que acumula y tiene. Es indudable que actualmente la convivencia social está dañada a nivel planetario por el aumento inaudito de la desigualdad económica, la destrucción ambiental y la injusticia social. ¡Nunca, en ningún tiempo de la historia conocida por la humanidad, existió un puñado social tan reducido que concentre en tan pocas manos cerca del 90% de la riqueza mundial!

Estamos inmersos en un peligroso ciclo histórico de deterioro mundial de la convivencia social y humana. Se va imponiendo el proyecto luciferino de hacer funcionar a la humanidad con la utilidad intercambiable de la máquina. El hombre global de hoy no convive sino compite, y afila las garras tras la ambición, el poder y el placer. Tras cerca de 40 años del predominio de la utopía liberal el capitalismo global ha demostrado que sólo gestiona la crisis pero no la resuelve, su lógica sólo asegura la rentabilidad financiera del capital excedente, no pertenece a su lógica una teoría de la distribución de la ganancia y por ello no lleva al progreso social ni al desarrollo de la democracia.

Al contrario, la utopía liberal con su credo de que el desarrollo equivale a la expansión del mercado desató la más inaudita crisis global jamás conocida. Pues, la actual crisis mundial no sólo es económica y ecológica, sino, sobre todo, es humana. La irreflexiva pretensión de hacer funcionar al mundo como un mercado y una máquina ha puesto al hombre al borde de la barbarie. Su creencia que con la tecnología y la ciencia se consigue el desarrollo humano también sucumbe, pues no sólo se viene una incontrolable crisis de agua, alimentos y energía, sino que el predominio de la inteligencia artificial está generando la proliferación de los cerebros descentrados en la web, sin capacidad crítica ni poder de concentración. Pues la ciencia y la técnica también contienen posibilidades perversas y ominosas que llevan hacia la barbarie. Y cada vez queda más claro que sería un error buscar en la ciencia, la técnica, como en la educación, una solución a todos los problemas del presente.

De manera que el hombre convertido tan sólo en un valor de cambio pierde su dignidad y sentido de la vida, reduce su existencia al salario, al precio, a la despiadada competencia por el tener, remitiendo al olvido su autorrealización personal y vida espiritual. Se convierte en una cosa más entre las cosas. Su alienación se ha vuelto más profunda y tornó en cosificación. Es el triunfo prometeico del hombre anético, que conquista el mundo pero que se pierde a sí mismo.

En otras palabras, ¡Nunca como ahora, la convivencia social se ha encontrado en una encrucijada tan grave y tan amenazada por el grave problema de la deshumanización creciente y acelerada a nivel planetario!

El análisis sociológico de Ferdinand Tönnies (Comunidad y Sociedad, 1887) sostiene que la voluntad orgánica desarrolla la comunidad (Gemeinschaft), forma de vida antigua, donde prima el hombre natural, con lazos reales fundados en lazos de sangre, de localidad y creencia, donde el estatuto representa el derecho natural, pero su destino es evolucionar hacia la sociedad. Mientras la voluntad racional desarrolla la sociedad (Gesellschaft), de individuos abstractos, sin lazos reales, insertos en el mercado mundial, donde el único valor es el de cambio, ligado al beneficio económico, donde el contrato representa el derecho de la sociedad, en el cual el individuo deviene en persona y el tipo perfecto es el comerciante. En buena cuenta, Tönnies intenta mostrar la íntima trabazón entre racionalidad, sociedad y capitalismo. Tríada que Marx y gran parte del pensamiento socialista del siglo XX intentó desmontar infructuosamente.

La susodicha racionalidad del beneficio del capitalismo nos ha conducido a la barbarie y no menos bárbara se manifestó la racionalidad de la distribución bajo el fenecido socialismo real. Pero la pregunta que aquí nos asalta es que si pertenece a la esencia misma de la razón tal destino. Si es así acaso nos hace falta una nueva forma de pensar. Y si es necesaria una nueva forma de pensar qué condiciones históricas darán lugar a ella. Además, queda pendiente la interrogante si el alumbramiento de una nueva forma de pensar en una nueva fase histórica se hará de forma traumática o paulatina.

En la esencia de la razón coexisten dos órdenes: el discursivo, lógico y teórico-práctico, y el intuitivo, participativo y contemplativo. Este último alcanzó su mayor grado de desarrollo en las civilizaciones ancestrales o en la llamada mentalidad arcaica. Ve el cosmos como una totalidad viviente animada, donde el mundo fenoménico revela el destino. Emplea conceptos-imágenes, su comunicación es alegórica, poética, metafórica, simbólica, analógica y alegórica. Su forma conceptual es estética. Sus formas de sabiduría comprenden la mántica, la horoscopía, el mito, la magia, la profecía. El sentido de su sabiduría es oracular, escatológica, revelación, iniciación e intuición. Su esfera ontológica es onírica, pática y cósmica. El propósito de su saber simbólico es lo que la cosa “quiere decir”.  Su filosofía se resuelve en una teoría intuitiva del destino. Prestó grandes beneficios, fue la cuna de la humanidad y la gestora de los grandes maestros espirituales de la humanidad. Buda, Confucio, Lao Tsé, Zaratustra y Jesús pertenecen a este tipo de orden racional. Jaspers incluye a Sócrates, el padre del concepto, en este grupo al que llama el “tiempo eje”. Y el principal enemigo a este orden de racionalidad es la actual orgía de pragmatismo y tecnicismo que nos asola.

El otro orden racional, el llamado lógico-discursivo, basado en el principio de identidad y de no contradicción, ha sido el baluarte sobre el cual se ha edificado desde la modernidad la ciencia, la técnica y el pensamiento moderno. Está basado en conceptos puros de la lógica, su interpretación del cosmos es matemático-cuantitativo, su forma conceptual es lógica y experimental, su forma de sabiduría es objetiva, el sentido de su saber es el cálculo y la predicción, su esfera ontológica es el fenómeno opuesto a la cosa en sí, resuelve el ser en el aparecer o en lo fenoménico, el propósito de su saber es lo que la “cosa es” para alcanzar su dominio y control, y culmina en una filosofía que se resuelve en una teoría de las causas y efectos.

Y aun cuando la teoría de la relatividad y la teoría de los cuantas provocó la crisis de la concepción mecánico-materialista del universo, sin embargo el camino del paradigma matemático griego hacia la realidad sigue incólume. Esto ha conducido a que físicos de partículas y cosmólogos crean que estamos ad portas de una teoría final de todas las cosas, como símbolo de triunfo y superioridad del orden discursivo de la racionalidad objetivo-experimental. A pesar de ello, físicos tan eminentes como Roger Penrose (El camino a la realidad, 2006), ha manifestado sus dudas que tal meta se logre, basados en que si bien es cierto de que el camino matemático hacia la realidad nos ha servido de mucho no obstante no se ha encontrado todavía el verdadero camino hacia la realidad. En otras palabras, esto equivale a decir que el camino del pensamiento científico y del orden discursivo de la razón está lejos de penetrar en el corazón de lo real mismo.

Esta es una conclusión muy grave puesto que si el orden discursivo de la razón opera meramente a nivel de la capa fenoménica de lo real, entonces la inevitable consecuencia humana tenía que ser el olvido de su esencia y la deshumanización del hombre. Lo cual se ha traducido en el intento erróneo de tratar de solucionar todos los problemas humanos a través de la ciencia y de la técnica. El resultado final no ha sido la reconstrucción humana y social sino su destrucción. Con esto ha quedado nítidamente establecido que la ciencia no busca “verdades” ni “verosimilitudes” popperianas, sino que construye modelos ficticios para manipular la realidad con éxito relativo en el mundo material y humano.

En otras palabras, la axiomatización científica tiene que ver menos cono lo real y mucho más con la manipulación de lo real. En este punto el pensamiento científico y el orden discursivo de la razón estarían mostrando un pronunciado cariz ideológico, en la medida en que enfatiza la voluntad de poder a través del “control” ya sea natural o social. No es entonces casualidad lo señalado por los pensadores de la Escuela de Frankfurt, al subrayar que la razón instrumental suprime la individualidad sirviéndose de la ciencia y la tecnología.

En este punto hay que tener en cuenta las tres etapas de la civilización técnica señalado por Lewis Mumford (Técnica y civilización, 1934), esto es: su fase eotécnica (basada en el agua y la madera) que regularizó el tiempo con la invención del reloj (siglos X-XVI); su fase paleotécnica (basado en el carbón y el hierro), que incrementó la energía mecánica con la invención del telar mecánico y la locomotora (siglos XVII-XIX); y su fase neotécnica (basado en la electricidad y aleación) multiplicó la producción de bienes, contrajo el tiempo y el espacio, estandarizó la producción, el producto y al hombre.

Lo interesante aquí es que Mumford señala que la civilización técnica en su fase neotécnica se hizo posible que lo cuantitativo y mecánico sea más sensible a lo cualitativo, lo orgánico y teleológico. Volvió el respeto por el color, lo estético, las cantidades diminutas, lo invisible, lo ergonómico, la sensibilidad más fina, la comunicación instantánea, todo lo cual produce un cambio de valores. Con ello si la máquina fue antes enemiga de la vida hoy se vuelve la aliada de ella.

Con esto surge una pregunta desconcertante. ¿Se dirige el orden discursivo de la razón hacia la confluencia con el orden intuitivo de la racionalidad? Si fuese así estaríamos ante un cambio inaudito de consecuencias imprevisibles para el destino humano. ¿Acaso las corrientes intrahistóricas de la racionalidad humana van hacia una nueva Edad Media en el sentido de la apertura de un nuevo horizonte de espiritualidad y mística nunca antes visto? ¿Qué significaría que el orden teórico-pragmático de la razón sufra una síntesis con el orden participativo-espiritual de la racionalidad?

En la historia no hay retrocesos, hay avances, congelamientos o declives. En este sentido, lo más probable sea que ante el ocaso de la modernidad alumbre una nueva síntesis de la razón, que no nos lleve a una edad media oscurantista como la predicha por Nicolás Berdiaev, sino, por el contrario, será una nueva Edad Media llena de espiritualidad y mística donde ciencia y humanismo hayan depuesto su otrora antagonismo y se enlacen en un redivivo y más potente Renacimiento humano e histórico. Nos permite mantener el optimismo con respecto a una renovación análoga al renacimiento los caminos que va tomando la propia razón lógica frente a la razón participativa.

No hay duda de que el avance de tal derrotero significará derribar el actual orden político y financiero de los monopolios megacorporativos que se han adueñado del planeta, que se resisten a socializar los beneficios de la civilización técnica en su actual fase neotécnica, y que son el principal obstáculo para que se acelere la revolución mental y espiritual que tanto requiere la humanidad del presente. Si estos esfuerzos prosperan, entonces la época de las hazañas de la ciencia divorciada de la ética y del humanismo quedarán como cosa propia de una era oscura e infeliz, donde el hombre consumía su existencia en el tener olvidando su ser. Recién, entonces, emergerá un ambiente de inmarcesible concordia en las relaciones humanas y una auténtica convivencia social, donde la realización de los valores esté basada en la encarnación de las virtudes.

En una palabra, el camino de la reconstrucción de la convivencia social transita antes que por utopías políticas y económicas por una reconciliación de la razón humana consigo misma y con la realidad. Esa utopía epistémica es la utopía de la reconciliación del antiguo divorcio entre mito y razón, lo subjetivo y lo objetivo, lo espiritual y lo material, lo inmanente y lo trascendente, lo humano y lo divino. Será el triunfo de un nuevo principio de realidad, una nueva metafísica y una nueva ciencia, sobre la base de una nueva síntesis dialéctica en el seno mismo de la razón humana.

Muchas gracias