domingo, 14 de septiembre de 2014

KANT Y EL PROBLEMA DEL ABSOLUTO

KANT Y EL PROBLEMA DE LO ABSOLUTO
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
 
La Crítica de la Razón Pura había establecido el primer dualismo entre fenómeno y cosa en sí; la Crítica de la Razón Práctica superpone un segundo dualismo entre razón teórica y razón práctica, necesidad y libertad. Ahora, con la Crítica del Juicio agrava aún más el dualismo ya que la justificación del juicio teleológico no puede evitar justificar un más allá sobrenatural de la Inteligencia Arquetípica, o sea, Dios. El dualismo irreductible kantiano había llegado a su máxima tensión, no pudiendo evitar las concepciones de lo absoluto en su sistema y en la filosofía venidera del idealismo romántico.

Con razón escribe E. Cassirer que “La totalidad del pensamiento kantiano se resume en las profundas consideraciones sobre la posibilidad de una inteligencia arquetípica, es decir, Dios” (Kant, vida y doctrina, FCE, p. 332). El problema había sido advertido también, y antes, por Hegel cuando escribió: “La Crítica del Juicio tiene de notable que eleva en ella a la representación y aún al pensamiento de la idea. Aquí relaciona lo universal del entendimiento con lo particular de la intuición como fundamento distinto a la CRP y CRPr. El principio de “finalidad interna” lo lleva hacia consideraciones muy profundas. Aquí Kant despertó la conciencia de la energía interna absoluta de la razón” (Lógica, Hyspamérica, B. Aires 1985, vol. I, LV, p. 98).

Pero también es cierto que cierto número de investigadores han visto en la CJ lo contrario, nada de teología y de absoluto. Así, Menzer, Mathieu, Martin, Marcusi y Dotto, coinciden en señalar que el concepto kantiano de finalidad rompe con toda teología y concepto de Providencia en la Naturaleza. Esta interpretación antiteológica e inmanentista –cercana a los escritos precríticos de Kant sobre el origen del universo- desemboca en una concepción de la naturaleza como estructura material autosostenida, presente en la CJ y en Opus Postumum, y de ahí a Schelling hay solamente un paso. Así, Takeda dice que en esta obra Kant emplea la analogía como mecanismo teórico para explicar la naturaleza como si fuera un inmenso ser vivo.

Y la verdad es que resulta muy distinto juzgar a Kant por su letra y por su espíritu. Por su letra resulta un inmanentista antiteológico, pero por su espíritu tiene la mirada clavada en lo sobrenatural y divino. Esto crea confusiones a la hora de entender a Kant, quien por muchos pasajes es ambiguo. Pero dicha ambigüedad no es sino aparente porque resulta de una mente en perpetua indagación y búsqueda. Cuando se lee a Kant atendiendo tanto su letra como espíritu se advierten marchas y contramarchas en su pensamiento, cosa por lo demás muy natural en un creador. Así, la CJ que abre una profunda brecha reflexiva sobre el Absoluto es escrita en 1790 e inmediatamente después lo vemos polemizando contra Eberhard (1791) y Garve (1793), que recuerdan la polémica que sostuvo con Feder en 1782, y se dedica a elaborar una teoría sobre la religión, donde destaca La Religión dentro de los límites de la Pura Razón (1793), preconizando una interpretación moral o sabeliana de las Escrituras, lo que lo conduce a un conflicto con el gobierno prusiano en 1794. Todo esto lo lleva a concluir su teoría del estado (La Paz Perpetua, 1795) y del Derecho (1797) basado en la idea de la libertad, a defender la autonomía de la filosofía como facultad ante los poderes del Estado (Pleito de las facultades, 1798); pero su gran obra sobre el tránsito de la metafísica a la física no sería concluida.

En decir, el pensamiento kantiano mismo se debatía en una tensión permanente. Y la base de dicha tensión era que la admisión que la cosa en sí entrañaba: ir más allá de lo fenoménico para pisar territorio de lo nouménico. La cosa en sí era un  boquete abierto hacia la metafísica que el propio sistema del idealismo trascendental se negaba cerrarlo.

Pues bien, la CJ marcó con su teoría de lo sublime, la hipótesis de la inteligencia arquetípica y la teleología inmanente, la orientación de toda la filosofía precedente. Así, Kant es considerado como el fundador de la estética moderna cuando hace que lo bello no sea inherente a lasa cosas, sino que es el producto del interno sentido estético y a la vez afirma que lo sublime eleva a la razón a lo infinito. El sentido teleológico, por su parte, descubre en la naturaleza una totalidad organizada de formas de vida, indagar su fin no es accesible para un entendimiento limitado por las formas a priori del espacio y del tiempo. De manera que se impone la hipótesis de una inteligencia arquetípica capaz de una intuición total y directa de la realidad. El problema de lo Absoluto estaba planteado.

De manera que la CJ es el estudio de lo que hay de a priori en el sentimiento tanto en el juicio estético como en el juicio teleológico. Lo que caracteriza al juicio reflexivo es la finalidad; finalidad objetiva en el juicio teleológico –que se refiere a lo orgánico- y finalidad subjetiva en el juicio estético. Para Kant no son juicios de existencia ni axiológicos sino juicios de valor.

Así, considera que en el juicio del gusto y el juicio teleológico se da el libre juego de todas las facultades de la conciencia. Conforme a esto el juicio teleológico culmina en la idea que sólo la prueba ética de un Creador moral del mundo completa la prueba físico-teleológica de un Creador inteligente.

En una palabra, la CJ prueba dos cosas: (1) lo bellos solamente tiene relación con el sujeto contemplativo y no con el objeto contemplado, y (2) la idea de una inteligencia arquetípica como creadora moral del mundo que completa la prueba físico-teleológica del Creador inteligente. Dios solamente por analogía es pensable.

Para Kant la prueba teórica de Dios sólo es capaz de producir coacción y miedo, en cambio la prueba moral produce veneración al estar basada en la libertad. Añade que la admiración por la belleza y la emoción por los fines, tiene algo de semejante con el sentimiento religioso. Se ratifica en que es necesario tener una teología para la religión, es decir, para el uso moral o práctico. Hay conocimiento de Dios en sentido práctico. Y por ello la gran finalidad del mundo obliga a pensar en la causa suprema para ella. Profundizando dirá que Dios es impredicable y por eso no se le puede conocer lo que sea en absoluto teóricamente, pero es pensable por analogía. Y su gran conclusión será que es posible una ética teológica. Por el fin final que presenta, la ética no puede existir sin teología. Además, afirma que la libertad amplía la razón más allá de los límites teóricos de la naturaleza y da esperanza en lo suprasensible.

Para finalizar se puede afirmar que si bien Kant canonizó la subjetivización del arte, no hizo lo mismo con la naturaleza y lo suprasensible. El sentido teleológico descubre  la hipótesis de una inteligencia capaz de una intuición total y directa de la realidad. Precursa la razón absoluta de Hegel y deja planteado el problema de lo Absoluto.

El derrotero de la filosofía moderna y posmoderna ha desembocado en la negación de la verdad extrahumana y en la afirmación protagórica que sólo hay voluntad de verdad. Esta hemorragia de subjetividad que renuncia al ser y multiplica el para-mí no es de raíz kantiana sino protagórica. Lo cual señala que la subsanación radica en salir de la ontología dualista del origen humano de la nada y del ser, por la ontología monista del primado del ser sobre el pensar.


Lima, Salamanca 14 de setiembre del 2014