miércoles, 20 de enero de 2016

Isidoro de Celis Filósofo

ISIDORO DE CELIS
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
 Resultado de imagen para isidoro pérez de celis
Isidoro Pérez de Celis Sánchez M.I. (Potes 1753– Segovia 1827) fue un religioso español que le cupo el mérito de lograr junto a Unanue la aceptación oficial de la doctrina de Newton.

Huérfano a los once años, se trasladó a Madrid a recibir formación en los Reales Estudios de San Isidro. Ingresó en la Orden de Clérigos Regulares Ministros de los Enfermos, y a los 21 años en 1774 fue trasladado a su convento de la Buena Muerte de Lima (Perú). Ocupó varias cátedras en la Universidad de San Marcos, y en 1793 escribió la obra Filosofía de las costumbres, poema. Regresó a España en 1801, y su orden lo designó árbitro y secretario general hasta 1807.

En 1814 fue nombrado obispo de Segovia, y con tal cargo el 2 de agosto de 1821 bendijo el Cementerio del Santo Ángel de la ciudad, celebrando misa en la iglesia del Salvador. Se mantuvo en el cargo hasta su muerte, acaecida en la ciudad el 20 de enero de 1827.

El poema Filosofía de las Costumbres es un ataque a los “…Libertinos que temerariamente se arrogan el nombre de filósofos” que perjudican el derecho natural. Busca hermanar Razón y Poesía para exponer una verdadera Filosofía de las Costumbres prescindiendo de las verdades reveladas y limitándose a un justo y reglado raciocinio.

La Primera Parte expone los Principios fundamentales de la moralidad deducidos todos del supremo dominio de Dios en el hombre, la Moralidad intrínseca, la Ley Natural, grabada por Dios en el alma de todos los racionales, las Leyes Civiles fundadas en la ley natural, que refrenda la autoridad legítima del soberano para imponerlas y obliga a los vasallos a su observancia, las acciones humanas son necesariamente buenas o malas, excluir las opiniones que favorecen la Libertad sin observancia de la Ley, la Eternidad futura según el mérito de las obras y la Bienaventuranza formal del hombre constituida por el ejercicio y práctica de la virtud. La Segunda Parte aborda las obligaciones del hombre respecto a Dios, a sí mismo y al prójimo, Derechos y obligaciones del soberano y los vasallos, Esencia y análisis de los afectos, los Actos morales, las Virtudes cardinales, Esencia y cualidades de la Liberalidad, Pobreza de espíritu y Humildad.

La intuición fundamental del mensaje moral de Isidoro de Celis es que una filosofía moral que prescinde del derecho natural y del derecho divino –como era manifiesta en la corriente moral racionalista moderna- y que pone el acento en el positivismo jurídico está condenada a volverse contra el hombre. Es decir, sin vincular la realidad inmanente con la realidad trascendente el ser humano no puede fundamentar correctamente una filosofía de las costumbres. La verdadera filosofía moral es con Dios y no sin Dios, y todo visto desde el punto de vista de la sana razón. La filosofía de las costumbres de Celis se fundamenta en Dios, pero ello no significa la carencia de importancia de los bienes terrenales, esto explica su rasgo aristotélico ya incluido en los filósofos escolásticos. De modo que la argumentación ética de Celis está dirigida no sólo a defender la moral basada en Dios –moral teónoma-, ya que además va dirigida contra la clásica interpretación naturalista de la ética –estoicismo-, sino también contra la teoría del egoísmo de Hobbes, del realismo político de Maquiavelo, del sentimiento moral de Hutcheson y la razón autolegisladora y el formalismo moral de Kant.

En otras palabras, si la teoría ética de Celis estaba en conformidad con las normas cristianas expresadas ya en la última etapa de la escolástica clásica, sin embargo su naturalismo cristiano se expresaba nítidamente al preconizar la doctrina newtoniana conforme a la visión barroca que no la desliga de la metafísica. Cómo es esto posible. Cuál es el Newton de Celis.

Desde Descartes, Bacon y Newton se hace evidente que Dios y la salvación no pueden ser experimentados desde la visión de la naturaleza propia de la física. Bacon pone la esperanza en  la ciencia física y en un mundo social ordenado por la técnica, Descartes con su espíritu geométrico hace casi desaparecer a Dios, pues el mundo no necesita de él. Newton y su hypotheses non fingo niega la posibilidad del planteo teológico. Pero el verdadero golpe epistémico a la teología y a la metafísica recién vendría con Kant. La idea de Dios en física a partir de Kant se vio profundamente afectada. Es el antropocentrismo de Kant y no Newton el que hace imposible la conciliación entre razón y fe, religión y ciencia, metafísica y conocimiento. El mundo es mundo humano y no es demostrable científicamente que haya salido de las manos de Dios, dice Kant.


Esta visión ateológica y ametafísica que renuncia a la consideración de la totalidad del universo se prolonga desde la mística de la identidad de Kepler, el monismo fundamentalista de Einstein y el pluralismo complementario de la física cuántica. En el ambiente de una ilustración colonial moderada que convive con la religión, resultaba natural que Celis, quien todavía no recibe el impacto de la filosofía trascendental kantiana, ponga todo su empeño en divulgar las ideas de Newton que no se columbraban como radicalmente opuestas a la metafísica y a la teología. El teólogo Celis no tiene problemas en enseñar matemáticas y física newtoniana porque en la colonia de fines del setecientos la secularización ateológica y ametafísica de la ciencia está en ciernes y todavía no sustituye la religión ni suprime el deseo de salvación evangélica.

Lima, Salamanca 21 de enero 2016

LLANO ZAPATA FILÓSOFO

EUSEBIO LLANO ZAPATA
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
 Resultado de imagen para america colonial 1780
José Eusebio de Llano Zapata (Lima, 1721-Cádiz, 1780), autodidacta, naturalista, historiador, filólogo, crítico de la escolástica, propugnador de la reforma educativa, propuso la creación de una Academia de ciencias “semejante a la de París”, planteó la creación de una Escuela de Mineralogía, expuso la idea de crear una Biblioteca Pública “como lo tenían las naciones extranjeras más adelantadas”, erudito criollo limeño y escritor ilustrado del Virreinato del Perú. No obstante elogió el rol de la Inquisición (“…sin ella sería cadáver la creencia”). Esta amalgama de pareceres contrapuestos es armónica con el carácter moderado de la ilustración autóctona peruana colonial y el mismo espíritu reformista ibérico. Como Cosme Bueno su teísmo regalista y protoliberal mantuvo intacto su cristianismo católico.

Sus padres fueron el presbítero Diego de Llano Zapata, hijo natural del maestre de campo Pedro de Llano Zapata Jaraba y Maldonado, caballero de la Orden de Santiago, y Francisca del Cid. Estudió en el Colegio franciscano de San Buenaventura de Guadalupe y fue alumno particular de eruditos jesuitas como José Ignacio de Vargas y Alonso de la Cueva, por lo cual debe haber accedido a la mejor biblioteca de América de ese entonces, la Biblioteca del Colegio Máximo de San Pablo de Lima. Nunca asistió a la Universidad, fue un autodidacta, sin riqueza personal sus compañeros fueron los libros. Por su amplia cultura y erudición Guillermo Furlong lo denomina “El Feijóo americano” y Menéndez y Pelayo lo considera el heredero de Peralta y Barnuevo.

En 1737 se casó con Baltasara Titu Yupanqui Jiménez Esquivel, descendiente por su línea materna de la nobleza cusqueña vinculada el emperador inca Huayna Cápac. En su juventud publicó bajo el auspicio de los virreyes marqués de Villagarcía (1736-1745) y Conde de Superunda (1745-1761) una serie de impresos sobre el origen y naturaleza de los cometas, la traducción del latín del tratado sobre la salud del jesuita Leonardo Lessio, sobre la meteorología de Lima, sobre el Auto de Fe de 1749, y una detallada narración del terremoto de 1746 en Lima y Callao. En toda esta etapa se mostró ortodoxamente fiel al escolasticismo impartido por sus preceptores jesuitas. En Lima desempeñó oficios secundarios como profesor particular de letras, griego y latinidad, retórica y examinador de gramática. Como el Inca Garcilaso con el propósito de probar mejor fortuna, en 1750 Llano Zapata se aleja definitivamente del Perú. Y entre 1751 y 1755 viajó por Chile, Buenos Aires y Río de Janeiro.

En el primer tomo de sus Memorias histórico, físicas, apologéticas de la América Meridional –donde describe la flora, fauna, hidrografía y subsuelo de América del Sur, concebido en 1757-, Llano Zapata se presenta como un súbdito peruano dedicado desde su niñez al estudio de las ciencias naturales. Ofrecía a la Corona las Memorias para contribuir al mejor conocimiento de las riquezas de América Meridional y a su mejor explotación, y a cambio pedía la concesión de un empleo como comisario de Marina en Cádiz. Para Llano Zapata las potencialidades mineras de la América del Sur estaban infravaloradas y su reconocimiento contribuiría al incremento del comercio colonial. Además, como virtud de su escrito consideraba la desacreditación de la leyenda negra de la conquista española y se las emprendió contra los escritos del sacerdote dominico Fray Bartolomé de las Casas. Juzgaba necesario recobrar el discurso lascasista para rebatirlo definitivamente. Pero los escritores españoles no le acompañaron en esta aventura antilascasista. Todo este esfuerzo por granjearse las simpatías del sector crítico de la intelectualidad española fue vano, porque, al parecer, ignoraba que dicho puesto solicitado estaba destinado a gente con probada formación académica en el arte de la navegación, dentro de la política de recia militarización de la administración de los Borbones. Su intento fue infructuoso.

Vivió en la Península Ibérica desde 1756. Durante su residencia en España publicó un preliminar a las Memorias, además de compilar en Cádiz un epistolario con personalidades de la época publicándola en dos tomos en 1763 y 1764, a las que puso por título Cartas histórico-crítico-juiciosas. El propósito de estas cartas fue fomentar buenas relaciones entre los círculos cortesanos de Lima y Cádiz para consolidar su carrera intelectual.

Llano Zapata buscando un patronazgo fomentó hasta tres círculos de amistades entre 1743 y 1780, que abarcan sus años de residencia en Lima y luego en Cádiz. En su afán de ascender socialmente mediante la protección de una serie de mecenas, intentó validar sus méritos intelectuales pero las circunstancias políticas le fueron siempre adversas. Elaboró tres proyectos ilustrados, a saber, el estudio científico de los terremotos, la redacción de una historia natural de la América Meridional y la composición de una historia civil del Perú. Pero en ninguno de éstos encontró respaldo del poder cortesano como el virrey y el monarca español, no pudiendo acceder jamás a un cargo público.

En 1760 el fraile franciscano José de San Antonio publicó unos Reparos críticos-cristianos al Preliminar de don José Eusebio Llano Zapata. El fraile cuestionaba la visión del ilustrado peruano sobre el eventual avance cultural que estaban logrando los indígenas peruanos en el virreinato. San Antonio no sólo exhortaba autorizar a los indios para ingresar a las órdenes religiosas sino que también pudiesen estudiar en los colegios mayores y en las universidades. Como Llano Zapata no lo menciona en su correspondencia hay que deducir que dicho folleto no llegó a sus manos, pero resulta casi inverosímil que desconociera tales circunstancias que pesaban sobre los indios. Cuando interrumpe su proyecto de editar su epistolario completo por razones económicas concibe en 1766 otro plan nuevo: escribir una historia civil, lo cual ningún autor se había atrevido a hacerlo en el siglo dieciocho. En 1779 anuncia su inminente publicación pero la obra desaparece misteriosamente al morir éste un año después. En suma, ninguna red de poder a través de mecenazgo o patronato cultural le dio resultado a Llano Zapata en su propósito de ascenso social.


En su defensa de las ciencias naturales, acompañado de la crítica a las sofisterías del Peripato y defensa de la labor de la Inquisición se muestra como fiel representante del naturalismo cristiano, lo cual no debe ser entendido como un ejemplo vistoso de un ardid personal, sino como el espíritu mismo de la ilustración hispanoamericana colonial, insuflada de peripatetismo cristiano y enajenado respecto del peripato escolástico.

Lima, Salamanca, martes 20 de enero 2016